
Se llamaba Araceli González Carballo y había nacido en el Lugo de 1914, en una familia acomodada. Tuvo una infancia feliz. Era una belleza, y habría hecho una buena boda si la Guerra Civil no hubiese enviado al frente a los muchachos que la cortejaban. Araceli se ofreció como voluntaria en un hospital de sangre. Para sorpresa de quienes la conocían, la niña bien vaciaba orinales, pelaba patatas y se despellejaba las manos en el agua helada. Viendo de cerca el sufrimiento, Araceli maduró. A finales de 1938 dijo que quería marcharse de Lugo. Su padre le encontró un puesto en Burgos como secretaria del gobernador del Banco de España. Allí, en febrero de 1939, conoció a un joven oficial llamado Juan Pujol.
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